sequenz - No. 1 - dies irae (HD # 4)
PLAY - Wolfgang Amadeus Mozart: REQUIEM - III SEQUENZ - No. 1 Dies irae
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Historias Desmembradas
otras contiendas
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Historias Desmembradas – Relato I - "Dalille" -
--Buenos zapatos, hija, y el cabello recogido.
Esas habían sido las últimas palabras de Madame Rossette a su prostituta preferida.
Con esto le advertía en medio de su delirio de penúltimo suspiro, cómo debería manejarse en la vida, de ahora en más... en la vida y en "Bistrot Hormi", la taberna más concurrida de todo Sourjeille.
Dalille ahora estaría al mando de aquel lugar.
Empeño le sobraba, por toda la astucia que escaseaba en su obrar.
No obstante, llevó adelante su ministerio.
La Bistrot continuó adelante y Dalille pasó de ser "La princesita", a ser llamada por todos los clientes "La reina intocable"
Todo sugería que no pararía de crecer el lugar y su nueva comandante. Hasta que Dalille, la reina intocable, supuso. El día que supuso se terminó su reinado.
El Dr. Larousse tenía serios problemas con su mujer, eso nadie lo ignoraba.
El Dr. Larousse era cliente de La Bistrot, eso lo ignoraban solamente su mujer y sus hijos.
El Dr. Larousse se hacía atender sólo por Dalille, eso lo ignoraban solamente su mujer y sus hijos y el resto de las chicas del lugar, que creían era pura coincidencia.
El Dr. Larousse era el objeto del amor de Dalille, eso lo ignoraba el mundo entero, Dios inclusive, menos la misma Dalille.
El Dr. Larousse andaba armado después de aquella vez que lo asaltaron a la salida del Moulin Rouge una banda de jóvenes irlandeses y le quitaron el reloj de su abuelo François.
El Dr. Larousse odiaba que lo besen en los labios, eso ignoraba Dalille.
Dalille le confesó su amor en sueños, con palabras explícitas.
En la realidad, sólo se animó a mirarlo largamente aquella noche estival.
Los ojos borrachos de Larousse no respondieron a ningún estímulo.
Bien se sabe cuán estimulante es la mirada de una joven parisina, hija de árabes, dispuesta a dar la vida por el hombre que desea.
Dalille tomó la cara del Dr. Larousse entre sus pequeñas manos, supuso que nada iba a suceder, y que todo iba a dar por resultado una historia de amor...
Súbitamente se soltó el académico embriagado, y casi respondiendo a su instinto, desenfundó la carabina del saco que había quedado tirado sobre la silla de aquella raída habitación.
--Dalille esperó a que se durmiera y le robó unos cuantos billetes --dice Joanne-- Niña estúpida, no vio cuando el Dr. despertaba y quiso salir corriendo del cuarto. Todo por unos billetes mugrientos, como si no hubiera tenido suficiente con lo que nos sacaba por cada cliente que nos esmeramos en atender y conservar. Se lo merece, por tonta, por ambiciosa. El Dr. Larousse es un caballero excelente, lo sé porque ahora no quiere ser atendido más que por mí. Cada noche me deja junto a la paga un ramillete de fresias mientras me dice "Me gusta como besas, pequeña Joanne..."
El Dr. no había podido olvidar jamás los labios tibios de la niña enamorada.
Joanne cuenta palabras sueltas. No sabe, no ha visto, supone.
Dalille le había enseñado a besar al Dr. Larousse.
El Dr. Larousse le había enseñado a no suponer.
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Historias Desmembradas – Relato I - "Dalille" -
--Buenos zapatos, hija, y el cabello recogido.
Esas habían sido las últimas palabras de Madame Rossette a su prostituta preferida.
Con esto le advertía en medio de su delirio de penúltimo suspiro, cómo debería manejarse en la vida, de ahora en más... en la vida y en "Bistrot Hormi", la taberna más concurrida de todo Sourjeille.
Dalille ahora estaría al mando de aquel lugar.
Empeño le sobraba, por toda la astucia que escaseaba en su obrar.
No obstante, llevó adelante su ministerio.
La Bistrot continuó adelante y Dalille pasó de ser "La princesita", a ser llamada por todos los clientes "La reina intocable"
Todo sugería que no pararía de crecer el lugar y su nueva comandante. Hasta que Dalille, la reina intocable, supuso. El día que supuso se terminó su reinado.
El Dr. Larousse tenía serios problemas con su mujer, eso nadie lo ignoraba.
El Dr. Larousse era cliente de La Bistrot, eso lo ignoraban solamente su mujer y sus hijos.
El Dr. Larousse se hacía atender sólo por Dalille, eso lo ignoraban solamente su mujer y sus hijos y el resto de las chicas del lugar, que creían era pura coincidencia.
El Dr. Larousse era el objeto del amor de Dalille, eso lo ignoraba el mundo entero, Dios inclusive, menos la misma Dalille.
El Dr. Larousse andaba armado después de aquella vez que lo asaltaron a la salida del Moulin Rouge una banda de jóvenes irlandeses y le quitaron el reloj de su abuelo François.
El Dr. Larousse odiaba que lo besen en los labios, eso ignoraba Dalille.
Dalille le confesó su amor en sueños, con palabras explícitas.
En la realidad, sólo se animó a mirarlo largamente aquella noche estival.
Los ojos borrachos de Larousse no respondieron a ningún estímulo.
Bien se sabe cuán estimulante es la mirada de una joven parisina, hija de árabes, dispuesta a dar la vida por el hombre que desea.
Dalille tomó la cara del Dr. Larousse entre sus pequeñas manos, supuso que nada iba a suceder, y que todo iba a dar por resultado una historia de amor...
Súbitamente se soltó el académico embriagado, y casi respondiendo a su instinto, desenfundó la carabina del saco que había quedado tirado sobre la silla de aquella raída habitación.
--Dalille esperó a que se durmiera y le robó unos cuantos billetes --dice Joanne-- Niña estúpida, no vio cuando el Dr. despertaba y quiso salir corriendo del cuarto. Todo por unos billetes mugrientos, como si no hubiera tenido suficiente con lo que nos sacaba por cada cliente que nos esmeramos en atender y conservar. Se lo merece, por tonta, por ambiciosa. El Dr. Larousse es un caballero excelente, lo sé porque ahora no quiere ser atendido más que por mí. Cada noche me deja junto a la paga un ramillete de fresias mientras me dice "Me gusta como besas, pequeña Joanne..."
El Dr. no había podido olvidar jamás los labios tibios de la niña enamorada.
Joanne cuenta palabras sueltas. No sabe, no ha visto, supone.
Dalille le había enseñado a besar al Dr. Larousse.
El Dr. Larousse le había enseñado a no suponer.
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