jueves

sequenz - No. 1 - dies irae (HD # 3)

PLAY - Wolfgang Amadeus Mozart: REQUIEM - III SEQUENZ - No. 1 Dies irae

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Historias Desgajadas
lugares que nunca he visto y siempre me encuentro

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Historias Desgajadas - Relato XV - "Mateo 6.15" –

Él pisa cerca del cordón, siempre hace equilibrio.

Las veces que ha simulado estar dormido fueron más que aquellas que soñó con colores claros.

Alguna inmensidad le queda todavía entre las pelusas al fondo del bolsillo.

Mateo conoce pocas calles y pocas ventanillas.

Se pierde a menudo entre las amarilleces de los libros viejos de ficción y astrología.

Nunca deja caer nada de entre sus labios.

Sabe tanto de químicos y luces de neón que supera a cualquier estudioso de éstas cuestiones.

Esa tarde todo apuntaba a un cambio.

Gricel lo esperaba en la esquina del banco a las seis en punto.

Él estaba listo.

Eran las seis y cuarto.

Algo en la letra de Gricel no lo convencía.

Se mantenía la fluida correspondencia entre ellos desde agosto.

Faltaban cuatro días para el cumpleaños de Mateo y tres para el de su madre.

Él había omitido esa fecha en las cartas.

Gricel era de acuario.

Se paró en la esquina en diagonal al banco. Desde ahí tenía una vista terrible de la espera de Gricel.
Ella saca un papel y un tercer café llega a su mesa. Paga. Busca entre sus cosas una lapicera. El mozo trae el vuelto y ella todavía no encontró. Entre las llaves y los pañuelos descartables toma el vuelto con los pocos dedos libres que le quedan. Sonríe incómoda. Caen las monedas. El mozo las recoge antes de que Gricel lo intente. Sonrisas. Sigue buscando. El mozo se retira. Encuentra. Escribe. Estornuda. Mira a los costados del bar y los de afuera y más allá.

A Mateo lo distrae un portero que barre vestido de marrón. Escribe ella. Dobla el papel con decisión. Lo deja cerca del servilletero. Entre el servilletero y el cosito con los sobres de azúcar y edulcorante. Guarda sus cosas. Apoya las manos sobre el borde de la mesa.

Mateo, sus suelas sobre el borde de la vereda.

Ella se suena la nariz. Guarda el pequeño pañuelo en su manga. Mira más. Toma el papel y lo desdobla y lo relee y vuelve a doblarlo y cierra los ojos y lo deja de nuevo entre el cosito y el servilletero y se para con la mirada en la hoja.

Pausa Gricel.

Pausa Mateo.

Ella se calza la cartera al hombro y el pelo atrás de la oreja y mira un poco más y tose y acomoda la silla y camina hacia la puerta y lee:

TIRE

y empuja y tira y sale y mira: izquierda, derecha.

VA hacia izquierda. Camina. Cada vez más chiquita. Lejos. Son las siete menos cuarto. Ya no se ve Gricel.

Mateo cruza. Entra al bar. Va hacia la mesa. Toma el papel y lee. Cierra los ojos y los abre y vuelve a leer:
TODO LO QUE PUDE

SALIR CORRIENDO ERA UNA OPCIÓN DESDE EL PRINCIPIO

TENÍA GANAS DE ABRAZARTE Y MUCHAS GANAS DE CONTARTE ESO

TENÍA MUCHAS GANAS DE ABRAZARTE, JULIÁN.

IRMA


Mateo se convenció entonces de que las letras inclinadas hacia abajo le producían más desamparo de lo que él era capaz de soportar.

Hizo un bollo y salió del bar habiendo descubierto la puntualidad de las que escriben de cierta manera y el descaro de las que lo hacen de otra forma.

--¿La calle Oro?

-- Es ésta --le contestó el portero-- ésta, pibe.

El cordón de la vereda era un buen lugar para hacer equilibrio.

Mejor así.