lunes

Lord Blind & Lady Sea

caminar unas cuadras
trepar los médanos
y comenzar a gritar en un silencio devastador

demasiado grande
no se entiende
dóndempieza dóndetermina dóndestoy

en la orilla, entre sustos y miradas y convulsiones, empezar a notar cuánto marea el vaiven de lo inabarcable

marearse con la espuma en los pies
caer en la arena mojada
necesitar más ojos para verlo
más aire para tragarlo

demasiadogrande demasiadobello demasiadointenso

llorar a pesar del frío y meterse con un terror que nunca antes ni después volverá a sentirse
nunca más que esta mañana de zambullidas y gritos hasta la otra orilla
con el coloso hasta la cintura

seguir llorando cada vez que se vuelve a verlo
seguir extrañándolo cada vez que se deja de verlo
seguir pensando que habida cuenta de que hay un mar, es injusto que tengamos sólo un pobre par de ojos para recibirlo

el irreductible ahogo ante lo vasto vuelve ciegos los aires que circulan entre las costillas

así como cuando un dìa una luna invasora se posa amarilla y rotunda, tremendamente grande y cercana, sobre los techos de las casas y nos sostiene, media hora en el medio de la calle, quietos ante tan solemne paisaje nocturno

de vez en cuando ciertas cosas nos inquietan hacia la quietud, y es irreversible una vez que llegó: la reacción es sin alternativa alguna la lágrima y la parálisis

entonces: mares ciegos...
pequeño guiño hacia un coloso que nos sabe perdidos...
que nos sabe sin ojos ante él


mares ciegos, no hay día que no reciban mi puteada por separarme de vos
ciegos, sí, no nos ven desgarrando las distancias y no atinan siquiera a abrirse o acortarse para permitir el abrazo