viernes

IX

te lamento. agazapada la piedra en tus voces. me mirás desde la sobremesa de tus miedos y se me funden las horas en una sola esfera inquieta que salda lo que resta del día. desde que nunca llegás siempre volvés a aparecer intacta pero delicadamente turbia. como la obra perfeccionista de un malvado minucioso: te percibo pero no te veo, te intuyo como los más virtuosos, te olfateo sagazmente como los más ladinos y te desato como los más bellos que no en vano son los más silenciosos. inspiran tus pasos un temor y una gloria esmerada en lo que somos o intentamos no ser: esta suma de lejanías, esta suma de lejanías inocuas. claro que extraño tu mordida, pero más extraño que me avises. el revelado de la acción hace que esa minuatura de instante entre el prevenir y la mordida sea mil espasmos y agua dulce. a veces pienso que te parecés a la inmensidad, otras veces simplemente me enamorás desde los cimientos, de la manera más cándida y más conocida. y yo, que ya perdí mis pavos en la hoguera, no pierdo nada por dudar de la galera aún confiando en los conejos. presumo que ahora estarás leyéndome como dándome la mano, y es eso, por eso prefiero el río de noche.